Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1858-1860 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 24 de febrero de 1859
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 61, 1.495 a 1.497
Tema: Presupuesto de Guerra

El Sr. SAGASTA: Como deseo no molestar la atención del Congreso, suplico a la Comisión y al Gobierno de S. M. se sirva manifestar, antes de que pase a apoyar la enmienda, si están dispuestos a aceptarla porque en este caso renunciaré la palabra con mucho gusto.

(Habla el Sr. Peralta.)

El Sr. SAGASTA: Diré muy pocas palabras al Congreso, que como yo estará persuadido de la necesidad de fijar esto por una ley; y en las pocas que diga voy a fundarme en la opinión del Sr. Presidente actual del Consejo de Ministros, que sostuvo esto mismo en las Cortes Constituyentes, y, si no recuerdo mal, hasta prometió traer la ley. Pero no es necesaria tampoco la opinión de S.S., que es may respetable, para que todos los Sres. Diputados estén persuadidos de la necesidad de dar cierta permanencia al uniforme del ejército, exigiendo que sus modificaciones se hagan por medio de leyes. La Comisión y el Gobierno reconocen los inconvenientes que han existido hasta hoy. La Comisión y el Gobierno no niegan las ventajas de que se cambie ese sistema, lo único que dicen es que no estando perfeccionado por completo el uniforme del ejército, no puede dársele esa estabilidad, porque puede ser que a poco tiempo haya que modificarle. Pero, señores, si ha de aguardarse a esto, jamás llegará el caso de que se adopte el límite que yo deseo, porque en el vestuario del ejercito, lo mismo que en todas las demás cosas, nunca se llega a la perfección. Uniformes que hace algún tiempo se creían muy buenos, se ha visto después que eran muy malos, y lo mismo podrá acontecer mañana con los que hoy se reconocen como perfectos.

Las modificaciones y variaciones que son de verdadera utilidad y de reconocida comodidad para el soldado, no se descubren todos los días, y cuando esto suceda, no veo inconveniente en que el Sr. Ministro de la Guerra venga aquí con una ley para que se acepten y aprueben. Yo, señores, en esto me estoy haciendo eco de las clases militares. Los oficiales del ejército apenas pueden soportar la onerosísima carga que sobre ellos viene pesando con estas continuas variaciones de uniforme a que es necesario poner una cortapisa. No hay director que no tenga una idea distinta que su antecesor respecto a uniforme, en términos que ha venido ya este a ser lo que un frac o una levita para un particular, con la diferencia de que el particular está en su derecho haciéndose o dejándose de hacer prendas que sean de moda, y con el vestuario del ejército no sucede así.

Las variaciones además que suelen introducirse de algún tiempo a esta parte, si los Sres. Diputados han fijado un poco su atención en esto, habrán observado que suelen reducirse a que en vez de llevar los vivos amarillos, sean azules o encarnados, a que los [1.495] faldones de la casaca sean más o menos largos o a que en vez de levita se lleve casaca. Es necesario, repito, poner un limite a esto, y se pone exigiendo que para estas variaciones sea necesaria una ley. Así no se prohíbe que el uniforme se mejore y llegue al grado posible de perfección; lo que se hace es evitar que se abuse de esas variaciones constantes perjudiciales al ejército más que a nadie, porque es imposible que lo general del ejército pueda soportar estos gastos.

Yo desearía, pues, que se convenciera el Sr. Ministro de la Guerra (y que no vea en esto oposición, porque sabe S.S. que cuando yo hago oposición la hago abierta y terminante) de que con mi enmienda pretendo favorecer a la clase militar. Por esto le suplico muy encarecidamente, y lo mismo a la Comisión, que se haga cargo de la enmienda que propongo, porque no tiene por objeto poner limites a las invenciones que puedan hacerse respecto de la mejora del uniforme del soldado, sino evitar el abuso que de esto pudiera hacerse.

Nos dice el Sr. Presidente del Consejo que no es aficionado a innovaciones; pero como por más que su señoría diga, yo no creo que su vida ministerial sea tan larga como supone, yo quisiera que se evitara lo que naturalmente sucederá si mañana le reemplaza otro que vea la cuestión de distinta manera.

Acabo, pues, por suplicar al Sr. Presidente del Consejo de Ministros y a la Comisión se sirvan aceptar la enmienda. Si creen conveniente hacer alguna modificación, yo no me opongo a ello; lo que deseo en bien de la oficialidad es cortar ese abuso que tanto perjudica al ejército como al Estado en lo que tiene relación con el uniforme del soldado.

(Habla el Sr. Presidente del Consejo de Ministros.)

El Sr. SAGASTA: Voy a, empezar por la cuestión del ridículo. Cree S.S. que estas cosas llevadas a la exageración producirían el ridículo, porque ridículo sería en concepto de S.S. venir a proponer que el soldado gastase botín negro en lugar de botín blanco. Yo creo que no sea ridículo nada de lo que interese al país; pero si acaso fuera esto ridículo, atribúyaselo a S.S. Su señoría ha dicho más de una vez que no debía variarse el vestuario del ejército sino por una ley. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Efectivamente lo he dicho.) Pues entonces compartamos por lo menos el ridículo entre S.S. y yo; solo que su señoría tiene la primacía. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Pido la palabra.) Ya sé lo que a esto me va a contestar el Sr. Presidente del Consejo:" es lo del último día es la última perfección." ¿Cuándo, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, cuándo llegará ese día, cuándo llegará esa última perfección? ¿Tiene S.S. la pretensión de que ha de durar en el gobierno hasta ese día? (Risas.) Yo podía calificar esa pretensión de la misma manera que S.S. ha calificado mi propuesta. Pero, en fin, no lo tengo por conveniente, y lo dejo a la consideración de S.S.

Yo no he dudado nunca de que S.S. mira con predilección al ejército, no podía suceder otra cosa; su señoría mira al ejército con tanta predilección como yo. No lo he dudado pues nunca; y en prueba de ello he dicho que había venido S. S. a proponer un aumento de sueldo: cuidado no vaya S.S. ahora a hacer gastar a la oficialidad lo que se la ha aumentado de sueldo. Yo quiero este aumento de sueldo y quiero además que no se la haga gastar lo que no sea necesario; que las variaciones no sean tan frecuentes como yo he dicho. Desaparece, pues, el único obstáculo que la Comisión encontraba para no aceptar la enmienda.

Ha dicho el Sr. Presidente del Consejo que hasta ahora no ha habido una ley que establezca lo conveniente sobre el particular, y que desea la haya, porque no se puede proponer a las Cortes todos los días una ley acerca de la materia. Yo también la deseo, y [1.496] me alegraría viniera pronto para que se introdujeran en ella las modificaciones oportunas.

Por consiguiente, una vez desaparecido el obstáculo que antes había, espero todavía que la Comisión y el Gobierno aceptarán la enmienda.

Su señoría ha dicho que no había una variación, y en el día debo decir que se están formando los regimientos de húsares y que importan buena cantidad.

Tampoco yo he padecido la contradicción que su señoría me ha atribuido, decía S.S.: el Sr. Sagasta ha caído en una contradicción: por una parte, dice: la oficialidad gasta con el cambio de uniformes, y por otra dice que las variaciones se reducen a cambio de vivos. No; yo lo que he dicho es que se exagera hasta tal punto el prurito de las variaciones, que a veces consisten en el cambio del color de un vivo o en la magnitud de un botón. Pero yo no me he opuesto a las variaciones que se hacen, sino a la exageración por el prurito de variar.

Por lo demás, yo voy a concluir preguntando al Sr. Presidente del Consejo de Ministros simplemente esto: este servicio de la variación de los uniformes, la construcción del vestuario, ¿se hace como los demás del Estado?



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